El Apóstol San Pablo, describe la vida cristiana como una “lucha espiritual”, este combate se da a diario en la vida de todo creyente. El enemigo de nuestras almas, busca por todos los medios apartarnos de Dios, y tiene como principal objetivo, el que perdamos la fe. Cada uno de nosotros tenemos que estar conscientes de esta batalla de se libra en nuestras vidas, para poder armarnos y como dice el salmo pedir a Dios que “adiestre mis brazos para el combate y mis manos para la lucha” Salmo 144,1.v
Los ataques espirituales son influencias del mal espíritu dirigidas a frustrar el plan y el propósito de Dios para nuestras vidas, a impedir nuestro crecimiento espiritual y santidad y a bloquear bendiciones que Dios nos quiere regalar. Veamos cómo se dieron en la vida de Jesús. Antes de comenzar su vida publica entablo una guerra espiritual de alto nivel, en la que fue tentado por Satanás, fue atacado en tres niveles:
Cuerpo: Sintió hambre y la tentación fue convertir las piedras en panes. En este nivel de ataque es a nuestra parte corporal, sobre nuestras necesidades básicas, como el comer y nuestra sexualidad
Alma: el segundo ataque fue a nivel del alma o Ego, buscar poder(te serán dados todos los reinos de la tierra), también pueden ser tentaciones de fama, éxito aparente, status. En este nivel tiene que ver con nuestra identidad, el enemigo busca falsear nuestra autentica identidad de hijos de Dios, para que pongamos nuestra atención en cosas pasajeras y superfluas. Estos ataques pueden manifestarse como materialismo y consumismo.
Espíritu: Este tercer nivel de ataque es el mas sofisticado y difícil de discernir, ya que el enemigo usa como arma de ataque y tentación, la misma palabra de Dios, cuando dice “escrito esta”, para poder detectar estos ataques tenemos que tener una asiduidad a la palabra de Dios y la oración, ya que estas tentación se presentan como “ángel de luz”, con inspiraciones “supuestamente buenas” como emprender alguna trabajo apostólico o prestar alguna ayuda, que son cosas buenas en si mismas, pero que sino tenemos un buen discernimiento, nos pueden desviar del propósito original de Dios.
San Ignacio de Loyola en sus reglas de discernimiento(en el próximo articulo me voy a explayas mas sobre este tema) habla de dos estados del alma consolación y desolación. En el primero nuestro oído espiritual esta mas sensible al Espíritu Santo y en el segundo, nuestro oído escucha mas al mal espíritu.
- Falta de fervor: En el libro del Apocalipsis, cuando el ángel le escribe a la Iglesia de Efeso le dice: ” Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo” Apoc 2,4, los ataques buscan a toda costa, enfriarnos en nuestro ímpetu espiritual, el deseo de conversión y santidad, nuestra entrega y espíritu de renuncia, nuestra participación en los sacramentos, en especial eucaristía y confesión.Es como si tuviéramos la sensación de andar con el “freno de mano” puesto, y comenzamos a perder el gusto por las cosas de Dios. Un santo comparaba el fervor con una olla hirviendo con agua y decía que:”cuando estamos fervorosos es como si nuestra alma fuera como una olla hirviendo con agua, con lo que las moscas(léase tentaciones) no pueden acercarse, por el contrario cuando la olla esta tibia pueden acercarse cualquier mosca y molestarnos. Es claro que la falta de fervor nos expone a ataques espirituales y tentaciones de todo tipo.
- Escasa o nula vida de oración: la vida de oración tanto personal como comunitaria, es fundamental para mantener nuestro fuego encendido, para avivar la llama del Espíritu Santo que vive en nosotros. Por esto los ataques más frecuentes y normales del mal espíritu van dirigidos a nuestra vida de oración, generando olvidos, tedio, somnolencia, distracciones. Además muchos al no ver avances “rápidos” caen en la tentación de pensar que la oración carece de sentido y nos dan ganas de abandonarla.
- Tolerancia al pecado: La falta de sensibilidad espiritual, también se manifiesta como imsesesibilidad al pecado, paulatinamente y sin darnos cuenta, racionalizamos nuestras faltas y lo más grave es que nos vamos alejando del sacramento de la confesión.
- Ataduras: Las ataduras se manifiestan en áreas concretas de nuestra vida y nos da la sensación que nunca vamos a poder salir de ciertas situaciones y que con el paso del tiempo se agravan cada vez más, estás áreas pueden ser:
- Emociones: permanecemos apegados a traumas y heridas que nos podemos soltar y nos hacen sufrir
- Mente: pensamientos obsesivos, ideas que como “moscas” no nos dejan en paz. Ideas suicidas,pánico, etc.
- Adicciones:drogas, alcohol, sexo, juego, etc
- Economía: ataduras a deudas que cada vez son más y la creencia de que nunca se va a poder salir de las deudas.
5. Frustración, falta de paz y esperanza: Todos podemos pasar esporádicamente o mejor dicho puntualmente por algunos de estos estados, pero cuando estas emociones se tornan permanentes, como un estado habitual del alma, podemos hable de un ataque espiritual. El fin de estos ataques es llevarnos al punto en que perdamos la esperanza de que algún cambio o mejora puede ser posible y llegado a ese punto perdamos la fe y reneguemos de Dios.
La mejor manera de liberarnos de los ataques es vivir sincera y seriamente nuestra fe, es decir participar de la misa dominical, leer la Palabra de Dios diariamente, la asiduidad a la oración, el sacramento de la reconciliación y el rezo del Rosario.
Por: Martín Lampa
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