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Mujeres controladoras(Mandonas)... Alejando a la pareja



Les dejo con los resultados de encuestas realizadas en Chile sobre la relación de pareja. Luego en los comentarios me dejan saber si tienen algún parecido con la realidad donde viven ustedes.

AQUÍ LOS PUNTOS DONDE HOMBRES Y MUJERES SE QUEJAN DE SU PAREJA

Ellas son mandonas y dominantes

Alexis Castañeda terminó el año pasado una relación de cuatro años. ¿El problema? “Ella era muy dominante. Nunca me acompañaba a mis cosas y exigía que yo siempre la acompañara a las suyas. Además, constantemente me estaba recordando que hiciera mis tareas de la casa. Que por qué no había podado el árbol o limpiado el baño. Yo encontraba que siempre la ayudaba”, dice Castañeda. Su reclamo no es aislado. Cuando se les pregunta a los encuestados el aspecto de la personalidad de sus parejas que más les molesta, destacan lo dominante o mandona con 27,75%.


Según Eliana Heresi, académica de sicología en la UDP y experta en pareja y familia, esta queja es culpa de los tiempos: entre finales de los 80 y la actualidad la participación femenina en el mercado laboral saltó del 23% al 49% y ellas se adaptaron más rápidamente a la nueva realidad. “Esa mujer sumisa que esperaba con la comida lista y lo dejaba hacer sus cosas se ha perdido, porque era parte de una época en que los roles de género estaban más marcados. Hoy es una fantasía”, dice Heresi. Y claro, como respuesta se intensificó la caricatura de la “bruja” (12% de las encuestadas reconoció que le molestaba que se lo dijeran), lo que acentuó, además, las burlas hacia quienes son calificados como dominados por su pareja.

Pero, como en todo, las situaciones tienen más de una mirada. Y en este caso también. De acuerdo a Gianella Poulsen, coordinadora de la unidad de terapia de pareja y sexualidad de la Red Salud UC, el reclamo masculino tiene un asidero innegable: “Es habitual que ellos aleguen que ellas son controladoras en temas como el manejo de la casa o el cuidado de los hijos, porque es verdad”.

Sacan conclusiones apresuradas

Elías Núñez, de 37 años, alega: “Siempre me pasa lo mismo con mi polola, hay veces en que comento cosas puntuales de su trabajo, críticas constructivas, y ella siente que le estoy diciendo que hace todo mal y que sus compañeras de trabajo lo hacen mejor. Se lo toma en términos personales. Es la esencia de las mujeres: se apuran en sacar conclusiones”. Si hay algo que les está molestando a los hombres es eso: 27% de los encuestados destaca la opción “que saque conclusiones muy rápidas” como una de las actitudes más desagradables.

El tema, de acuerdo a los especialistas, tiene mucho que ver con cuánto hablan los dos sexos. Una investigación de la U. de Maryland mostró que ellas emiten 13 mil palabras más al día debido a la proteína FOXP2, vinculada al lenguaje, que producen 30% más. Para Gianella Poulsen, esta realidad hace que las mujeres sirvan para ejemplificar una parte de las leyes de Gestalt que indican que cuando a algo le falta información los seres humanos lo completamos con datos propios para darle un sentido: “Como ellos hablan poco, ellas rellenan la información que les falta con interpretaciones propias”.

Para Verónica Bagladi, subdirectora Instituto Chileno de Sicoterapia Integrativa, es también una herramienta de la mujer para llevarlos al campo de la discusión, “donde sabemos que no se sienten cómodos”.

No respetan el espacio personal

Una pareja viendo televisión en la pieza. Los dos acostados, casi sin hablar, con la vista fija en el programa de turno. Para esta escena hay dos interpretaciones. La de ella: que siente que cada uno está en su propio mundo mirando televisión y que, de paso, están dejando de hacer cosas juntos. Y la de él: que están viendo televisión “en pareja”, es decir, teniendo una actividad juntos.

Si hay una demanda habitual en las mujeres es la de que les falta tiempo de calidad juntos. Por eso les molestan las salidas de ellos a juntarse con los amigos o a jugar fútbol o a algún otro hobby. Porque son actividades que sólo restan tiempo para hacer cosas “en pareja”. Ellos, como contraparte, y como se ve en la encuesta, reclaman porque las mujeres no respetan “mi espacio personal” (20,75%) .

Lo que pasa acá, según Bagladi, es que mientras para ellos “estar juntos” es ver televisión en la pieza, callados, para ellas esto implica falta de comunicación, de intimidad.

De acuerdo a Susana Ifland, presidenta de la Sociedad Chilena de Sicología Clínica, lo difícil es que hoy el hombre llega a la casa y sólo quiere relajarse, pero ella demanda contacto y si no lo encuentra sentirá que no la toman en cuenta. Por eso elige justo a la hora del partido para conversar los temas importantes.

Ahora, como dato anexo, un estudio de Paul Amato, de la U. Estatal de Pensilvania, apoya -sin proponérselo- la postura masculina: en las últimas dos décadas el tiempo que pasan las parejas juntas ha bajado 40%. ¿Resultado? Son más felices y las peleas domésticas descienden a la mitad.

Se quejan y critican demasiado

La pasión de Ralph Basualdo (25) son los deportes extremos. Anda en skate, le gustan las bicicletas y hace snowboard, aunque su polola, Camila, no esté tan contenta. “Me trata de cambiar. Dice que ya estoy muy viejo para patinar, que lo deje. Que cambie mi ropa, me suba los pantalones y empiece a usar camisas. Pero ese es mi estilo”, dice ilustrando una dinámica relacional que en inglés se conoce como nagging (“retar”, “insistir” o simplemente “gruñir”) y que describe lo que ocurre cuando un miembro de la pareja (por lo general, la mujer) demanda algo y el otro miembro no entrega respuesta. Un diálogo de sordos. La palabra viene del escandinavo “nagga”, que significa roer y sirve para graficar el efecto de esta conducta para la relación: de a poco la va desintegrando.

En la encuesta, las constantes críticas femeninas tuvieron una mención importante: 27% de los consultados se quejó de que trataran de cambiarlos, 26% alegó los constantes reproches y 26% que ellas estuvieran constantemente quejándose.

El problema, de acuerdo a los especialistas, surge porque como a ellos les cuesta retener la información que les entregan sus parejas, ellas responden de la forma más esencial: criticando para buscar una reacción. “Son así porque sienten que no las escuchan y esperan que el hombre aprenda. Por eso repiten y repiten y repiten”, dice Bagladi.

El problema es que tanto esfuerzo sólo consigue desconcertar. “Ellos se quejan porque no saben cómo satisfacer el pedido de atención de las mujeres. Terminan diciendo ‘no sé qué más hacer para que ella sepa que me importa’”, explica Berta Carvajal, sicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar.

Son inseguras

El mendocino Bruno Sen (25) ya enumera cuatro pololas con las que ha terminado por algo puntual: la inseguridad. “Ellas siempre andan viendo por ahí si hacen o no algo, y a mí me gusta que cierren los temas, que hagan las cosas de una. Esa actitud de ellas me vuelve loco”.

Desde chicos a los hombres se les enseña a resolver los problemas. “Vaya y arregle las cosas como hombre”, les dicen. Por eso aprenden que los problemas más que conversarse, se solucionan. Y ante esta manera de ver el mundo, la falta de resolución puede ser uno de los peores pecados femeninos: 21,5% de los encuestados dice que le molesta la inseguridad de su pareja.

“Es algo que los agobia. No entienden que ella no busque una solución y resuelva”, dice Bagladi. Aunque, ojo, volvemos al tema de las interpretaciones. Poulsen advierte que muchas veces lo que lo el hombre interpreta como inseguridad no es más que búsqueda de consenso por parte de la mujer. “Cuando van a comprar algo y llaman, no es por inseguridad sino para agradar”, dice la especialista. Cuando esta escena se produce él se enoja, ella no lo entiende y también se enoja ante la inexplicable respuesta de él. Y pelean...

Esperan que les hagan todo... sólo "ayudan"

El cambio de roles todavía se está negociando: mientras las mujeres han ingresado al mundo laboral con los mismos deberes y exigencias que los hombres, ellos han asumido parcialmente algunas tareas domésticas y de crianza. “Los hombres no se sienten obligados a realizar estas tareas ni culpables, y el no hacerlo o hacerlo mal no merma para nada su autoestima. Su identidad y autoafirmación sigue estando más definida por el éxito laboral”, comenta Genoveva Echeverría, sicóloga de la U. Central.

Un ejemplo: cuando les preguntan por la crianza, el 58% de los hombres chilenos dice que su rol en el cuidado de los hijos es más bien de “ayudantes”, según el estudio Images. Entonces, con el agobio cotidiano que viven las mujeres, no es nada extraño que una de sus mayores molestias sea ver que sus parejas lleguen a la casa a ver tv o jugar en la tableta. Menos extraño, entonces, es que el 51% de las encuestadas se queje de que ellos esperan que les hagan todo y sólo “ayuden”.

“Se nota en los detalles más increíbles. Si estamos viendo una película y tocan el timbre, él no se inmuta. Están criados así, pero yo no estoy para criarlo de nuevo. Si nos casamos, somos una sociedad… se supone. Los dos trabajamos y me canso igual que él”, comenta Yasna Chávez (42).

No hablan de sus emociones

Este diálogo puede parecer familiar:

-¿Qué te pasa?

-Nada

-¿Cómo te fue?

-Bien.

- Pero cuéntame algo…

-Qué quieres que te cuente.

No se extrañe: el 45% de los hombres chilenos dice que cuando se siente triste no pide ayuda y sólo el 34% recurre a su pareja. Sabemos que ellos hablan poco de sí y que cuando eran chicos nadie les enseñó a pedir ayuda. Y cuando lo hacen, pueden sentirlo como una señal de debilidad. Pero además de la crianza, hay factores fisiológicos que justifican su silencio. “Los hombres son alexitímicos: tienen menor capacidad para mostrar lo que sienten. Es difícil que cuenten qué les pasa si ellos mismos no conocen sus emociones”, dice la sicóloga Susana Ifland. En esos términos, la alexitimia es un rasgo de personalidad que no les permite traducir en palabras lo que les pasa. Y la razón está en su cerebro menos integrado a nivel neuronal que el femenino, entonces funcionan más disociados de las emociones, el comportamiento y las palabras. Ellas, más integradas a nivel cerebral, necesitan conectarse con su pareja en la casa y si reciben monosílabos se molestan... Eso explica que 33% de las mujeres se queje en la encuesta.

Pero la queja femenina no termina ahí: el 21% de las mujeres se queja de que ellos no toman en cuenta sus emociones.

Otra vez la fisiología lo explica: para ellos es una tarea compleja extraer información relevante de las miradas, una de las fuentes más ricas de las emociones de los demás. Esto se asocia a una falta de activación en las regiones límbicas del cerebro.

No aprenden de sus errores y los repiten

Partamos por una aclaración: muchas veces las mujeres consideran como un error algo que ellos no. Por ejemplo, si ellos dicen: “Me tienes aburrido con la misma tontera”, probablemente ellas sentirán que las ofendieron y que lo que procede es una disculpa. Mientras, ellos piensan que lo que hubo fue un simple diálogo. ¿Conclusión? “Si ellos no lo consideran ofensivo o una falta, no existe motivación para el cambio de actitud”, apunta Genoveva Echeverría, sicóloga de la U. Central.

Pero esta diferencia en la interpretación de ambos sexos no es de completo dominio público. Eso es lo que refleja que el 32% de las mujeres se queje de que los hombres no aprenden de sus errores.

Verónica Bagladi agrega otro punto: cuando el hombre se da cuenta de que cometió un error no necesariamente implica que cambie la conducta. Para él basta con decir perdón para dar por superado el tema, claro que eso no significa que no se genere otra vez el mismo conflicto. “El problema es que las mujeres son muy buenas criticando y repitiendo (porque sienten que no las escuchan), pero malas reforzando las cosas que se hacen bien”, dice Bagladi.

Creen que siempre serán perdonados

“Eso es culpa nuestra, porque desde que son niños están acostumbrados a que la madre o la abuela les perdonen todo, y después ellos esperan que su pareja haga lo mismo”, dice Claudia Saavedra (38). Una mirada que refuerza un estudio realizado por la Universidad del País Vasco (UPV), que demostró que las mujeres perdonan más que los hombres. Ellas tienen mayor capacidad empática que ellos, una variable decisiva en la capacidad de perdonar.

Y este sesgo materno-contenedor genera un círculo vicioso, porque ellos cuando cometen algún error o hacen algo que las daña, apelan justamente a ese lado maternal de las mujeres para ser perdonados, una dinámica que, además, les reporta una “ganancia” a las mujeres: se sienten más empáticas, más comprensivas, explica Genoveva Echeverría.

Sin embargo, este circuito está cambiando: las mujeres cada vez aceptan menos este rol, tanto que el 28% se queja de que ellos crean que siempre habrá un perdón.

Son machistas o pollerudos

Que los chilenos sean machistas es una queja antigua y, de acuerdo a esta encuesta, no tiene para cuándo desaparecer: casi el 25% declara que le molestan los hombres machistas o pollerudos.

Vamos por partes. La encuesta Images (2011) dice que sólo el 30% de los hombres chilenos tiene ideas asociadas con el machismo. Sin embargo, en ese mismo estudio el 40% declara que son ellos los que tienen la última palabra en las decisiones de la casa. Lo curioso es que a pesar de esta autoproclamada hegemonía, los hombres aparecen cada vez más dependientes de las mujeres (esposas y madres).

Sí, dependientes. Fíjese en el informe del Pnud 2010. Ante la pregunta: ¿Los hombres necesitan una mujer que los cuide? El 65% de ellos responde que sí. Y cuando la pregunta es sobre el cuidado de las mujeres, el 57% dice que sí. Es decir, ellos sienten que necesitan ser más cuidados que ellas.

“Esta combinación de machistas y ‘mamones’ no cuadra y molesta a las mujeres. Esta dependencia los hace aparecer como eternos adolescentes, como tener un hijo más, pero que tiene todo el poder de un adulto”, sentencia Genoveva Echeverría. Lo mismo piensa Javiera Barrientos (49): “Me acuerdo que de cariñosa le empecé a planchar las camisas y él lo primero que dijo fue ‘mi mamá lo hacía de otra forma y le quedaban mejor’. La dejé pasar, pero después hizo el mismo comentario con la manera en que cocinaba. Lo mandé literalmente donde su madre…”.

Tomado de La tercera

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