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TENGO MIEDO A PERDERLO



El miedo al abandono en una relación puede llegar a ser, precisamente, el desencadenante de la ruptura.
Amar implica el riesgo de perder al otro, pero hay mujeres que temen tanto al abandono que envenenan sus relaciones.

Algunas mujeres viven poseídas por la idea de que su pareja las va a abandonar, bien porque ya les ha pasado antes o porque les parece imposible tener suerte en el amor. Entonces,comienzan a hacerse preguntas que auguran un futuro incierto para su relación amorosa. Sus ideas giran obsesiva mente en torno a ese pensamiento hasta que el miedo arruina su

vida conyugal. La crisis suele comenzar cuando se acosa al otro con cuestiones del tipo "cómo me quieres" o "cuánto me amas", acompañadas, por lo general, de reproches como"ya no me deseas como antes", y de demandas semejantes a "demuéstrame que me quieres". 

Estas mujeres ya no se sitúan en lo que desean, sino en lo que demandan. Piden pruebas de lo que se siente por ellas porque tienen la certeza de que no van a recibir del otro lo suficiente ya que no son merecedoras de amor. Tienen miedo a amar y a correr los riesgos que el amor trae consigo, lo que imposibilita una relación gratificante que se alargue en el tiempo.

Para amar hay que soportar el riesgo de perder. Dejar atrás la omnipotencia de seguir creyendo que el otro estará ahí siempre, dispuesto para lo que se quiera, y la idea de que se le puede dominar, de que tiene que cubrir todos nuestros deseos. También se puede tener miedo a no estar a la altura del otro y a que deje de querernos. Podemos, asimismo, idealizarlo y no soportar la dependencia excesiva que tenemos de él.

Es difícil que un amor dure mucho en condiciones saludables si no se tiene confianza en lo que el otro siente por nosotros, o si, de manera inconsciente, no nos sentimos con derecho a ser amados.

¿De dónde viene ese miedo al abandono que sufren especialmente las mujeres? Las niñas, durante el proceso de maduración de la identidad femenina, pueden llegar a creer, inconscientemente y entre otras posibilidades, que hubieran preferido ser varones, responsabilizando a su madre del hecho de no haberlo sido.

Nudo en el estómago

Estas niñas sienten afectos agresivos hacia ellas mismas y una fuerte decepción las conduce a dejar de querer ser chicas. Suponen también que pueden dejar de ser queridas por ello, porque se desvalorizan. Al considerarse menos que un hombre, sienten que ellos pueden pensar lo mismo. Superar este miedo, que hace difícil establecer una relación amorosa gratificante, es posible, sobre todo si se investiga en una psicoterapia la participación personal en lo que ocurre. Somos responsables, que no culpables, de nuestras relaciones, aunque gran parte de lo que sucede en ellas proviene de una historia emocional que nos habita, pero que no conocemos, proviene de modelos
inconscientes interiorizados. El primer paso para superar ese miedo consiste en preguntarse sobre lo que nos ha llevado a una relación que decepciona y que nos hace sufrir en el vínculo amoroso. El miedo al abandono puede llegar a ser tan fuerte y generar tanta angustia que a veces se elige la soledad antes que volver a sentirlo.

Sandra tiene un nudo en el estómago y ganas de llorar. Enrique se había ido a pesar de sus súplicas. Él le dijo al marcharse: "Te quiero, pero no creo que podamos ser felices. Tengo que pensar en ello". Entonces Sandra comenzó a temer que ya no volviera, que descubriera que no era la mujer de su vida, y empezó a perseguirle con mensajes. A pesar de ello, Enrique volvió para intentarlo de nuevo, pero Sandra tenía miedo. No sabía cómo controlar las dudas. Entonces acudió a una psicoterapia y allí descubrió el porqué de su miedo al abandono. Llevaba dentro de sí a una niña abandonada por su padre y se identificaba con una madre que se quejaba de los hombres. Siempre tuvo la idea de que ella había sido el motivo de la separación de sus progenitores. Su padre, según su madre, quería un niño cuando nació ella. Cuando contaba con un año de edad, se separaron y se quedó demasiado apegada a su madre. Sandra había organizado una novela familiar cuyas fantasías estaban relacionadas con la idea de que no podía ser querida como una mujer. Revivía el abandono de su padre cada vez que un hombre la dejaba. Algo que sucedía después de que ella les agobiara con un pedido de amor que ningún hombre podía cubrir, ya que les reclama lo que no recibió de su padre.

Sin factor sorpresa

La demanda excesiva de Sandra dejaba a sus parejas impotentes para sentir que podían responder a lo que ella les pedía. Por otro lado, poder estar con un hombre representaba para Sandra superar a su madre, ser diferente, y esto lo siente como una traición. Por fin, tras la terapia, dejó de mezclar la historia de sus padres con la suya propia y a no pedir lo imposible. Comenzó a poder amar y no solo a exigir, consiguió salir de la posición infantil de la demanda para asumir su propio deseo.

Las mujeres que se plantean tantas dudas y a las que cuesta tanto asumir su deseo, poseen una posición de repliegue sobre sí mismas. Quieren pruebas para arriesgarse a amar. Tienen ideas demasiado rígidas sobre sí mismas, siempre están al acecho de un amor idealizado, tras haber sido en la infancia demasiado adoradas por uno de sus progenitores. Temen alejarse del esquema infantil donde se idealiza a los padres. El amor implica cuestionar la imagen que tenemos de nosotros mismos, ya que el otro descubre algunas carencias que debemos asumir. Y tenemos que estar dispuestos a la sorpresa. La espera obsesiva de pruebas es una forma de controlar lo que el otro siente. La mujer con miedo al abandono no se pregunta si el hombre con el que comparte su vida es bueno para ella, se coloca como objeto del deseo de él y se pregunta si será buena para él. Adopta una posición pasiva. No se escucha.

¿QUÉ NOS PASA?

El miedo a que nos abandonen puede estar al servicio de evitar la angustia de compartir una intimidad afectiva que se vive muy intensamente, demasiado, con el sentimiento de perder los límites con el otro.
También puede obedecer a una desvalorización profunda donde se supone que la pareja, cuando conozca nuestras carencias, va a dejar de estimarnos.
Otro factor que influye es sufrir una intolerancia alta a la frustración cuando el otro no responde siempre a todo lo que se le pide. El rechazo inconsciente al otro se proyecta sobre él y entonces es él quien se va.
La mujer, en estos casos, se ha colocado en una posición de demanda en la que solo puede pedir y supone que es el otro el que tiene para dar, pero no ella.
¿QUÉ PODEMOS HACER?

Cuando la duda es sistemática y no es posible una relación sin miedo al abandono, hay que comenzar
a preguntarse por la posición que se toma respecto al otro.

Resulta necesario salir de ese espacio de pasividad en el que se supone que es solo el otro el que toma la relación o la deja. Una pregunta esencial que hay que hacerse es: ¿tengo ganas realmente de estar en esta historia?
Hay que renunciar al fantasma del amor idealizado, ese que lo colma todo y tiene que resolver nuestros conflictos.
Debemos reflexionar sobre algunos rasgos importantes que lleva implícitos la relación amorosa, por ejemplo, que amar significa que hay que soportar el riesgo de perder al otro. Tenemos que conseguir reconciliarnos con esta verdad y renunciar al fantasma imposible del amor seguro, ese ideal de una relación en la que el otro tiene que salvarnos.


Tomado de: Mujer Hoy Por:  ISABEL MENÉNDEZ

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